Beato Moisés Lira Serafín
Apostol de la Bondad
HIJO PEQUEÑO
Manifiesta el itinerario humano espiritual de su proyecto de santidad filial.
El P. Moisés viene a recordarnos la esencia del Evangelio, la filiación llamados a ser hijos en el Hijo con las actitudes de infancia espiritual. En su vida de fe, percibió la necesaria pequeñez para iniciar su camino a la santidad: «Es necesario ser pequeño para ser un gran santo»
Diario espiritual, 22/01/1923.
APÓSTOL DEL AMOR AL PADRE
La esencia de su Apostolado es comunicar el amor al Padre
La irradiación apostólica brota de la comunión íntima con el Padre: «Dios me quiere para la vida contemplativa y de infancia, me siento, y siempre me he sentido con afecto y tendencias a lo pequeño». (Carta P.MLS a P. J. Guadalupe Treviño, (1920).
El Beato Moisés hace experiencia del amor al Padre, de la hondura de su corazón, brota la sed de almas para Jesús.
Los medios que hacen fecundo su apostolado son: el silencio orante, la oración, la Eucaristía, la liturgia y sacramentos y el amor filial a María, la caridad en todas sus formas, todo vivido desde la categoría de la pequeñez.
Es hermoso encontrarse con personas enamoradas de Cristo, como es la vocación y la misión del Beato Moisés, que su vida religiosa y sacerdotal nos habla de la centralidad de Cristo, de su amor apasionado por el Padre. Sus palabras están dirigidas a quienes se aventuran con Jesús por la vía de la pequeñez y de la santidad para más amarle y hacerle amar, como el Apóstol de la Bondad.
Me adherí a mi vocación de Misionero del Espíritu Santo.
En el año de 1914-1917 etapa de mi noviciado, la situación en México era difícil: guerra, hambre, persecución contra la Iglesia, inestabilidad esto hacía que el Noviciado viviera una época de continua inestabilidad: cambios de casa, ausencias del P. Félix, etc., sin embargo, nunca me desanimé, me adherí a mi vocación de Misionero del Espíritu Santo con fe, humildad y sencillez, y a nuestro Padre Félix, no se le pasaba detalle alguno, las conferencias, las meditaciones, la lectura en el refectorio, la dirección espiritual, la lectura individual y poco a poco iba infundiendo el genuino espíritu religioso y el espíritu propio de la Congregación, la vida de oración, de recogimiento, de alejamiento del mundo, vida de sacrificio, de delicadeza con Nuestro Señor; vida de amor, de atención amorosa a Dios.